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¡Favor lavarse las manos!
Serie “Sciense Stories” – BBC – 22 de septiembre de 2019
Semmelweis trabajaba en el Hospital General de Viena, donde la muerte acechaba las salas tan regularmente como en cualquier otro hospital de la época. Antes del triunfo de la teoría de los gérmenes en la segunda mitad del siglo XIX, la idea de que las condiciones miserables en los hospitales desempeñaran un papel en la propagación de la infección no pasaba por la mente de muchos. (…)
“A mediados del siglo XIX, se pensaba que las enfermedades se propagaban a través de nubes de un vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas ‘miasmas’”, le dijo a la BBC el doctor Barron H. Lerner, de la Universidad de Nueva York. Entre las personas con mayor riesgo estaban las mujeres embarazadas, particularmente las que sufrían desgarros vaginales durante el parto, pues las heridas abiertas eran el hábitat ideal para las bacterias que médicos y cirujanos llevaban de un lado a otro.
Lo primero que notó Semmelweis fue una discrepancia interesante entre las dos salas obstétricas del Hospital General de Viena, cuyas instalaciones eran idénticas. Una era atendida por estudiantes de medicina masculinos, mientras que la otra estaba bajo el cuidado de parteras. La que era supervisada por los estudiantes de medicina tenía una tasa de mortalidad 3 veces más alta. Quienes se habían dado cuenta de ese desequilibrio antes lo habían atribuido a que los estudiantes varones eran más rudos en su trato con las pacientes que las comadronas. Creían que eso comprometía la vitalidad de las madres, haciéndolas más susceptibles a desarrollar fiebre puerperal. Pero a Semmelweis no le convencía esa explicación.
Poco después, notó que cada vez que una mujer moría de fiebre infantil, un sacerdote caminaba lentamente por la sala de médicos con un asistente tocando una campana. Semmelweis teorizó que ese ritual aterrorizaba tanto a las mujeres que, después de dar a luz, desarrollaban una fiebre, se enfermaban y morían. Después de hacer que el sacerdote tomara otra ruta y abandonara la campana, comprobó, frustrado, que el cambio no había surtido ningún efecto. Pero en 1847, la muerte de uno de sus colegas por una cortada que se había hecho en la mano durante un examen post mortem, le dio la pista que necesitaba. Cortar cadáveres abiertos en ese tiempo conllevaba riesgos físicos, muchos de ellos fatales (…).
Mientras su colega moría, Semmelweis notó que sus síntomas eran muy similares a los de mujeres con fiebre puerperal. ¿Sería que los médicos que trabajan en la sala de disección llevaban “partículas cadavéricas” con ellos a las salas de parto? Semmelweis observó que muchos de los jóvenes iban directamente de una autopsia a atender a las mujeres. Como no se usaban guantes ni otras formas de equipo de protección en la sala de disección, no era raro ver estudiantes de medicina con trozos de carne, tripas o cerebros pegados a su ropa después de que las clases hubieran terminado.
La gran diferencia entre la sala de médicos y la de parteras era que los médicos realizaban autopsias y las parteras, no. Y, antes de que se entendiera bien el asunto de los gérmenes, era difícil encontrar un remedio para la miseria en los hospitales. (…)
Tras concluir que la fiebre puerperal era causada por “material infeccioso” de un cadáver, instaló una cuenca llena de solución de cal clorada en el hospital y comenzó a salvar vidas de mujeres con tres simples palabras: “LÁVESE LAS MANOS”.
Aquellos que pasaban de la sala de disección a las salas de parto tenían que usar la solución antiséptica antes de atender a pacientes vivos. Las tasas de mortalidad en la sala de estudiantes de medicina se desplomaron. En abril de 1847, la tasa era del 18,3%. Inmediatamente después de un mes de instituido el lavado de manos, las tasas cayeron a poco más del 2% en mayo.
Una de las últimas cosas que Semmelweis escribió son inquietantes: “Cuando reviso el pasado, sólo puedo disipar la tristeza que me invade imaginando ese futuro feliz en el que la infección será desterrada... La convicción de que ese momento tiene que llegar inevitable-mente, tarde o temprano, alegrará mi hora de morir”.
Adaptado de https://www.bbc.com/mundo/ Accedido el 31/01/21.
En el fragmento: “Entre las personas con mayor riesgo estaban las mujeres embarazadas”, 2º párrafo, el adjetivo subrayado equivale a
First-ever study of all Amazon greenhouse gases suggest the forest is worsening climate change
The Amazon rainforest is most likely now a net contributor to warming of the planet, according to a first-of-its-kind analysis from more than 30 scientists. For years, researchers have expressed concern that rising temperatures, drought, and deforestation are reducing the capacity of the world’s largest rainforest to absorb carbon dioxide from the atmosphere, and help offset emissions from fossil-fuel burning. Recent studies have even suggested that some portions of the tropical landscape already may release more carbon than they store.
But the inhaling and exhaling of CO2 is just one way this damp jungle, the most species-rich on Earth, influences the global climate. Activities in the Amazon, both natural and human-caused, can shift the rainforest’s contribution in significant ways, warming the air directly or releasing other greenhouse gases that do.
Drying wetlands and soil compaction from logging, for example, can increase emissions of the greenhouse gas nitrous oxide. Land-clearing fires release black carbon, small particles of soot that absorb sunlight and increase warmth. Deforestation can alter rainfall patterns, further drying and heating the forest. Regular flooding and dam-building releases the potent gas methane, as does cattle ranching, one chief reason forests are destroyed. And roughly 3.5 percent of all methane released globally comes naturally from the Amazon’s trees.
Yet no team had ever tried to assess the cumulative impact of these processes, even as the region is being rapidly transformed. The research, supported by the National Geographic Society and published today in Frontiers in Forests and Global Change, estimates that atmospheric warming from all of these sources combined now appears to swamp the forest’s natural cooling effect.
“Cutting the forest is interfering with its carbon uptake; that’s a problem,” says lead author Kristofer Covey, a professor of environmental studies at New York’s Skidmore College. “But when you start to look at these other factors alongside CO2, it gets really hard to see how the net effect isn’t that the Amazon as a whole is really warming global climate.”
The damage can still be reversed, he and his colleagues say. Stopping global emissions from coal, oil, and natural gas would help restore balance, but curbing Amazon deforestation is a must, along with reducing dam building and increasing efforts to replant trees. Continuing to clear land at current rates appears certain to make warming worse for the entire world.
A recent analysis by Lovejoy and Carlos Nobre, a climate scientist with the University of São Paulo’s Institute for Advanced Studies, suggests that rising deforestation might so alter the flow of that moisture that it could push large stretches of the Amazon toward a permanent transition to a drier woodland savanna. The duo believes that tipping point could be reached if as little as 20 to 25 percent of the rainforest is cleared.
That would spell big trouble for the climate, substantially reducing even more the forests’ potential to scrub the skies of some of our fossil-fuel emissions. By the Brazilian government’s own measure, forest clearing already tops 17 percent.
Source: https://www.nationalgeographic.com/environment/article/amazon-rainforest-now-appears-to-be-contributing-to-climate-change
ACCORDING to the text
First-ever study of all Amazon greenhouse gases suggest the forest is worsening climate change
The Amazon rainforest is most likely now a net contributor to warming of the planet, according to a first-of-its-kind analysis from more than 30 scientists. For years, researchers have expressed concern that rising temperatures, drought, and deforestation are reducing the capacity of the world’s largest rainforest to absorb carbon dioxide from the atmosphere, and help offset emissions from fossil-fuel burning. Recent studies have even suggested that some portions of the tropical landscape already may release more carbon than they store.
But the inhaling and exhaling of CO2 is just one way this damp jungle, the most species-rich on Earth, influences the global climate. Activities in the Amazon, both natural and human-caused, can shift the rainforest’s contribution in significant ways, warming the air directly or releasing other greenhouse gases that do.
Drying wetlands and soil compaction from logging, for example, can increase emissions of the greenhouse gas nitrous oxide. Land-clearing fires release black carbon, small particles of soot that absorb sunlight and increase warmth. Deforestation can alter rainfall patterns, further drying and heating the forest. Regular flooding and dam-building releases the potent gas methane, as does cattle ranching, one chief reason forests are destroyed. And roughly 3.5 percent of all methane released globally comes naturally from the Amazon’s trees.
Yet no team had ever tried to assess the cumulative impact of these processes, even as the region is being rapidly transformed. The research, supported by the National Geographic Society and published today in Frontiers in Forests and Global Change, estimates that atmospheric warming from all of these sources combined now appears to swamp the forest’s natural cooling effect.
“Cutting the forest is interfering with its carbon uptake; that’s a problem,” says lead author Kristofer Covey, a professor of environmental studies at New York’s Skidmore College. “But when you start to look at these other factors alongside CO2, it gets really hard to see how the net effect isn’t that the Amazon as a whole is really warming global climate.”
The damage can still be reversed, he and his colleagues say. Stopping global emissions from coal, oil, and natural gas would help restore balance, but curbing Amazon deforestation is a must, along with reducing dam building and increasing efforts to replant trees. Continuing to clear land at current rates appears certain to make warming worse for the entire world.
A recent analysis by Lovejoy and Carlos Nobre, a climate scientist with the University of São Paulo’s Institute for Advanced Studies, suggests that rising deforestation might so alter the flow of that moisture that it could push large stretches of the Amazon toward a permanent transition to a drier woodland savanna. The duo believes that tipping point could be reached if as little as 20 to 25 percent of the rainforest is cleared.
That would spell big trouble for the climate, substantially reducing even more the forests’ potential to scrub the skies of some of our fossil-fuel emissions. By the Brazilian government’s own measure, forest clearing already tops 17 percent.
Source: https://www.nationalgeographic.com/environment/article/amazon-rainforest-now-appears-to-be-contributing-to-climate-change
In the sentence: “Yet no team had ever tried to assess the cumulative impact of these processes, even as the region is being rapidly transformed (…)”, “these processes” refer to:
¡Favor lavarse las manos!
Serie “Sciense Stories” – BBC – 22 de septiembre de 2019
Semmelweis trabajaba en el Hospital General de Viena, donde la muerte acechaba las salas tan regularmente como en cualquier otro hospital de la época. Antes del triunfo de la teoría de los gérmenes en la segunda mitad del siglo XIX, la idea de que las condiciones miserables en los hospitales desempeñaran un papel en la propagación de la infección no pasaba por la mente de muchos. (…)
“A mediados del siglo XIX, se pensaba que las enfermedades se propagaban a través de nubes de un vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas ‘miasmas’”, le dijo a la BBC el doctor Barron H. Lerner, de la Universidad de Nueva York. Entre las personas con mayor riesgo estaban las mujeres embarazadas, particularmente las que sufrían desgarros vaginales durante el parto, pues las heridas abiertas eran el hábitat ideal para las bacterias que médicos y cirujanos llevaban de un lado a otro.
Lo primero que notó Semmelweis fue una discrepancia interesante entre las dos salas obstétricas del Hospital General de Viena, cuyas instalaciones eran idénticas. Una era atendida por estudiantes de medicina masculinos, mientras que la otra estaba bajo el cuidado de parteras. La que era supervisada por los estudiantes de medicina tenía una tasa de mortalidad 3 veces más alta. Quienes se habían dado cuenta de ese desequilibrio antes lo habían atribuido a que los estudiantes varones eran más rudos en su trato con las pacientes que las comadronas. Creían que eso comprometía la vitalidad de las madres, haciéndolas más susceptibles a desarrollar fiebre puerperal. Pero a Semmelweis no le convencía esa explicación.
Poco después, notó que cada vez que una mujer moría de fiebre infantil, un sacerdote caminaba lentamente por la sala de médicos con un asistente tocando una campana. Semmelweis teorizó que ese ritual aterrorizaba tanto a las mujeres que, después de dar a luz, desarrollaban una fiebre, se enfermaban y morían. Después de hacer que el sacerdote tomara otra ruta y abandonara la campana, comprobó, frustrado, que el cambio no había surtido ningún efecto. Pero en 1847, la muerte de uno de sus colegas por una cortada que se había hecho en la mano durante un examen post mortem, le dio la pista que necesitaba. Cortar cadáveres abiertos en ese tiempo conllevaba riesgos físicos, muchos de ellos fatales (…).
Mientras su colega moría, Semmelweis notó que sus síntomas eran muy similares a los de mujeres con fiebre puerperal. ¿Sería que los médicos que trabajan en la sala de disección llevaban “partículas cadavéricas” con ellos a las salas de parto? Semmelweis observó que muchos de los jóvenes iban directamente de una autopsia a atender a las mujeres. Como no se usaban guantes ni otras formas de equipo de protección en la sala de disección, no era raro ver estudiantes de medicina con trozos de carne, tripas o cerebros pegados a su ropa después de que las clases hubieran terminado.
La gran diferencia entre la sala de médicos y la de parteras era que los médicos realizaban autopsias y las parteras, no. Y, antes de que se entendiera bien el asunto de los gérmenes, era difícil encontrar un remedio para la miseria en los hospitales. (…)
Tras concluir que la fiebre puerperal era causada por “material infeccioso” de un cadáver, instaló una cuenca llena de solución de cal clorada en el hospital y comenzó a salvar vidas de mujeres con tres simples palabras: “LÁVESE LAS MANOS”.
Aquellos que pasaban de la sala de disección a las salas de parto tenían que usar la solución antiséptica antes de atender a pacientes vivos. Las tasas de mortalidad en la sala de estudiantes de medicina se desplomaron. En abril de 1847, la tasa era del 18,3%. Inmediatamente después de un mes de instituido el lavado de manos, las tasas cayeron a poco más del 2% en mayo.
Una de las últimas cosas que Semmelweis escribió son inquietantes: “Cuando reviso el pasado, sólo puedo disipar la tristeza que me invade imaginando ese futuro feliz en el que la infección será desterrada... La convicción de que ese momento tiene que llegar inevitable-mente, tarde o temprano, alegrará mi hora de morir”.
Adaptado de https://www.bbc.com/mundo/ Accedido el 31/01/21.
En el fragmento: “Una era atendida por estudiantes de medicina masculinos, mientras que la otra estaba bajo el cuidado de parteras”, 3º párrafo, lo destacado podría sustituirse, en ese contexto, sin alteración de sentido, por
First-ever study of all Amazon greenhouse gases suggest the forest is worsening climate change
The Amazon rainforest is most likely now a net contributor to warming of the planet, according to a first-of-its-kind analysis from more than 30 scientists. For years, researchers have expressed concern that rising temperatures, drought, and deforestation are reducing the capacity of the world’s largest rainforest to absorb carbon dioxide from the atmosphere, and help offset emissions from fossil-fuel burning. Recent studies have even suggested that some portions of the tropical landscape already may release more carbon than they store.
But the inhaling and exhaling of CO2 is just one way this damp jungle, the most species-rich on Earth, influences the global climate. Activities in the Amazon, both natural and human-caused, can shift the rainforest’s contribution in significant ways, warming the air directly or releasing other greenhouse gases that do.
Drying wetlands and soil compaction from logging, for example, can increase emissions of the greenhouse gas nitrous oxide. Land-clearing fires release black carbon, small particles of soot that absorb sunlight and increase warmth. Deforestation can alter rainfall patterns, further drying and heating the forest. Regular flooding and dam-building releases the potent gas methane, as does cattle ranching, one chief reason forests are destroyed. And roughly 3.5 percent of all methane released globally comes naturally from the Amazon’s trees.
Yet no team had ever tried to assess the cumulative impact of these processes, even as the region is being rapidly transformed. The research, supported by the National Geographic Society and published today in Frontiers in Forests and Global Change, estimates that atmospheric warming from all of these sources combined now appears to swamp the forest’s natural cooling effect.
“Cutting the forest is interfering with its carbon uptake; that’s a problem,” says lead author Kristofer Covey, a professor of environmental studies at New York’s Skidmore College. “But when you start to look at these other factors alongside CO2, it gets really hard to see how the net effect isn’t that the Amazon as a whole is really warming global climate.”
The damage can still be reversed, he and his colleagues say. Stopping global emissions from coal, oil, and natural gas would help restore balance, but curbing Amazon deforestation is a must, along with reducing dam building and increasing efforts to replant trees. Continuing to clear land at current rates appears certain to make warming worse for the entire world.
A recent analysis by Lovejoy and Carlos Nobre, a climate scientist with the University of São Paulo’s Institute for Advanced Studies, suggests that rising deforestation might so alter the flow of that moisture that it could push large stretches of the Amazon toward a permanent transition to a drier woodland savanna. The duo believes that tipping point could be reached if as little as 20 to 25 percent of the rainforest is cleared.
That would spell big trouble for the climate, substantially reducing even more the forests’ potential to scrub the skies of some of our fossil-fuel emissions. By the Brazilian government’s own measure, forest clearing already tops 17 percent.
Source: https://www.nationalgeographic.com/environment/article/amazon-rainforest-now-appears-to-be-contributing-to-climate-change
Read the sentences below and mark the INCORRECT answer.
“And roughly 3.5 percent of all methane released globally comes naturally from the Amazon’s trees.”
“(…) it gets really hard to see how the net effect isn’t that the Amazon as a whole is really warming global climate.”
¡Favor lavarse las manos!
Serie “Sciense Stories” – BBC – 22 de septiembre de 2019
Semmelweis trabajaba en el Hospital General de Viena, donde la muerte acechaba las salas tan regularmente como en cualquier otro hospital de la época. Antes del triunfo de la teoría de los gérmenes en la segunda mitad del siglo XIX, la idea de que las condiciones miserables en los hospitales desempeñaran un papel en la propagación de la infección no pasaba por la mente de muchos. (…)
“A mediados del siglo XIX, se pensaba que las enfermedades se propagaban a través de nubes de un vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas ‘miasmas’”, le dijo a la BBC el doctor Barron H. Lerner, de la Universidad de Nueva York. Entre las personas con mayor riesgo estaban las mujeres embarazadas, particularmente las que sufrían desgarros vaginales durante el parto, pues las heridas abiertas eran el hábitat ideal para las bacterias que médicos y cirujanos llevaban de un lado a otro.
Lo primero que notó Semmelweis fue una discrepancia interesante entre las dos salas obstétricas del Hospital General de Viena, cuyas instalaciones eran idénticas. Una era atendida por estudiantes de medicina masculinos, mientras que la otra estaba bajo el cuidado de parteras. La que era supervisada por los estudiantes de medicina tenía una tasa de mortalidad 3 veces más alta. Quienes se habían dado cuenta de ese desequilibrio antes lo habían atribuido a que los estudiantes varones eran más rudos en su trato con las pacientes que las comadronas. Creían que eso comprometía la vitalidad de las madres, haciéndolas más susceptibles a desarrollar fiebre puerperal. Pero a Semmelweis no le convencía esa explicación.
Poco después, notó que cada vez que una mujer moría de fiebre infantil, un sacerdote caminaba lentamente por la sala de médicos con un asistente tocando una campana. Semmelweis teorizó que ese ritual aterrorizaba tanto a las mujeres que, después de dar a luz, desarrollaban una fiebre, se enfermaban y morían. Después de hacer que el sacerdote tomara otra ruta y abandonara la campana, comprobó, frustrado, que el cambio no había surtido ningún efecto. Pero en 1847, la muerte de uno de sus colegas por una cortada que se había hecho en la mano durante un examen post mortem, le dio la pista que necesitaba. Cortar cadáveres abiertos en ese tiempo conllevaba riesgos físicos, muchos de ellos fatales (…).
Mientras su colega moría, Semmelweis notó que sus síntomas eran muy similares a los de mujeres con fiebre puerperal. ¿Sería que los médicos que trabajan en la sala de disección llevaban “partículas cadavéricas” con ellos a las salas de parto? Semmelweis observó que muchos de los jóvenes iban directamente de una autopsia a atender a las mujeres. Como no se usaban guantes ni otras formas de equipo de protección en la sala de disección, no era raro ver estudiantes de medicina con trozos de carne, tripas o cerebros pegados a su ropa después de que las clases hubieran terminado.
La gran diferencia entre la sala de médicos y la de parteras era que los médicos realizaban autopsias y las parteras, no. Y, antes de que se entendiera bien el asunto de los gérmenes, era difícil encontrar un remedio para la miseria en los hospitales. (…)
Tras concluir que la fiebre puerperal era causada por “material infeccioso” de un cadáver, instaló una cuenca llena de solución de cal clorada en el hospital y comenzó a salvar vidas de mujeres con tres simples palabras: “LÁVESE LAS MANOS”.
Aquellos que pasaban de la sala de disección a las salas de parto tenían que usar la solución antiséptica antes de atender a pacientes vivos. Las tasas de mortalidad en la sala de estudiantes de medicina se desplomaron. En abril de 1847, la tasa era del 18,3%. Inmediatamente después de un mes de instituido el lavado de manos, las tasas cayeron a poco más del 2% en mayo.
Una de las últimas cosas que Semmelweis escribió son inquietantes: “Cuando reviso el pasado, sólo puedo disipar la tristeza que me invade imaginando ese futuro feliz en el que la infección será desterrada... La convicción de que ese momento tiene que llegar inevitable-mente, tarde o temprano, alegrará mi hora de morir”.
Adaptado de https://www.bbc.com/mundo/ Accedido el 31/01/21.
Al investigar una discrepancia entre las tasas de mortalidad entre dos salas obstétricas cuyas instalaciones eran idénticas en el Hospital General de Viena — 3er y 4º párrafos —, la primera hipótesis de Semmelweis era de que ello se debía a que