Texto 2
Cerebro, picajoso: el efecto de una crítica es 12 veces más potente que el de un piropo
La hormona del estrés dura en el torrente sanguíneo más de 60 minutos y la oxitocina de un 'te quiero' solo cinco. El neurocientífico Dean Burnett explica por qué somos más sensibles a lo desagradable
27 ABR 2017 - 04:51 BRT
Lo de que hay palabras que se clavan como puñales no es una frase hecha. ¿Por qué los piropos son fugaces, y las críticas del jefe retumban en la cabeza durante todo el día? La culpa es del cortisol, la hormona que segregamos en los momentos de estrés. El neurocientífico y humorista Dean Burnett describe esta y otras imperfecciones de nuestra materia gris en el libro El cerebro idiota.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/04/25/buenavida/1493111964_719367.html?rel=mas (Adaptado)
En el texto 2, los dos puntos del título buscan indicar que
La ciencia que discrimina a las mujeres
A lo largo de la historia, la investigación científica ha marginado, manipulado, ignorado e incluso torturado a las mujeres. El problema persiste
JAVIER SALAS
8 MAR 2017 - 10:47 BRT
Una mujer con camisa de fuerza, diagnosticada con histeria, en una foto publicada en 1889. WELLCOME TRUST
La ciencia ha maltratado a las mujeres. Jocelyn Bell descubrió los púlsares, pero el Nobel de
Física se lo llevó su director de tesis. A la actual presidenta de la Unión Astronómica la
mandaron a trabajar al despacho de su marido. Durante décadas, a las que se salían del carril
de lo socialmente aceptado se las torturó inventando enfermedades como la histeria y remedios
[5] que pasaban por mutilarlas, arrancando órganos de sus entrañas. Las mentes (masculinas) más
sesudas desarrollaron teorías para explicar la inferioridad de las mujeres y, de este modo,
justificar su sometimiento. Los ejemplos del pasado son innumerables.
Pero no es únicamente cosa del pasado. Hoy, 8 de marzo, hay una sola mujer por cada nueve
hombres en la élite de la ciencia europea. […]. Los estereotipos siguen señalando que la
[10] ciencia es cosa de hombres. Continuamos discriminando y humillando a las deportistas por su
físico. Les inculcamos a las niñas que no son tan brillantes como los niños. El ambiente en los
laboratorios sigue siendo machista […]
''En definitiva, la pregunta que nos queda tras este viaje es si nos encontramos ante ejemplos de
mala ciencia o de ciencia al uso. Si mejorar la ciencia consistirá en eliminar los sesgos de
[15] género, si eso es posible, o si nos tendremos que replantear otras formas de hacer ciencia''. Con
esta contundencia concluye un libro fundamental para entender el problema de la desigualdad
en este campo, escrito por Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder, Las „mentiras‟ científicas
sobre las mujeres, recién publicado por Catarata. Una contundencia nada exagerada tras el
detallado repaso que este trabajo da al machismo que discrimina en la ciencia, por la ciencia y
[20] gracias a la ciencia.
Para empezar, Pérez y García muestran en su libro que los científicos siempre han estado ahí
para dar argumentos a quienes querían que las mujeres fueran humanos de segunda. ''Se
admite por lo general que en las mujeres están más fuertemente marcados que en los hombres
los poderes de intuición, percepción rápida y quizás de imitación; pero al menos alguna de estas
[25] facultades son
características de las razas inferiores y, por tanto, de un estado pasado e inferior de civilización'',
escribía en 1871 Charles Darwin, cuyas teorías sirvieron para cimentar la idea de que las
mujeres eran una versión menos evolucionada del hombre, como probaba el hecho de que su
cráneo fuera más pequeño, por ejemplo. Este corpus ideológico venía de lejos: ''Aristóteles fue el
[30] primero en dar una explicación biológica y sistemática de la mujer, en la que esta aparece como
un hombre imperfecto, justificando así el papel subordinado que social y moralmente debían
desempeñar las mujeres en la polis'', escriben los autores. Tuvo que llegar un ejército de
prestigiosas primatólogas y antropólogas, defiende el libro, a tumbar el mito evolutivo de los
evolucionados cazadores machos que alimentaban a las pasivas hembras.
[35] A las mujeres se las puso un escalón por debajo de los hombres y eso se aplicaba también a la
ciencia médica. La salud de las mujeres, el conocimiento de sus cuerpos y sus enfermedades,
estaba relegado a un segundo plano y circunscrito a un único tema concreto: ''Durante mucho
tiempo se supuso que la «salud de las mujeres» hacía referencia a la salud reproductiva, lo que
incluía la atención al parto, la anticoncepción, el aborto, el cáncer de útero, el síndrome
[40] premenstrual y otras enfermedades específicamente femeninas'' […]
Frente a todos estos graves casos de discriminación, en los que ''lejos de la neutralidad y
asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'', Pérez
Sedeño y García Dauder proponen una solución bien sencilla: mejorar el acceso de la mujer a
los distintos campos de la investigación. ''Cuando la ciencia se hace desde el punto de vista de
[45] grupos tradicionalmente excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de
ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas
y se critican los valores hegemónicos (a veces, incluso, se provocan auténticos cambios de
paradigma)''.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1488931887_021083.html (Adaptado)
De acuerdo con el texto 1,
La ciencia que discrimina a las mujeres
A lo largo de la historia, la investigación científica ha marginado, manipulado, ignorado e incluso torturado a las mujeres. El problema persiste
JAVIER SALAS
8 MAR 2017 - 10:47 BRT
Una mujer con camisa de fuerza, diagnosticada con histeria, en una foto publicada en 1889. WELLCOME TRUST
La ciencia ha maltratado a las mujeres. Jocelyn Bell descubrió los púlsares, pero el Nobel de
Física se lo llevó su director de tesis. A la actual presidenta de la Unión Astronómica la
mandaron a trabajar al despacho de su marido. Durante décadas, a las que se salían del carril
de lo socialmente aceptado se las torturó inventando enfermedades como la histeria y remedios
[5] que pasaban por mutilarlas, arrancando órganos de sus entrañas. Las mentes (masculinas) más
sesudas desarrollaron teorías para explicar la inferioridad de las mujeres y, de este modo,
justificar su sometimiento. Los ejemplos del pasado son innumerables.
Pero no es únicamente cosa del pasado. Hoy, 8 de marzo, hay una sola mujer por cada nueve
hombres en la élite de la ciencia europea. […]. Los estereotipos siguen señalando que la
[10] ciencia es cosa de hombres. Continuamos discriminando y humillando a las deportistas por su
físico. Les inculcamos a las niñas que no son tan brillantes como los niños. El ambiente en los
laboratorios sigue siendo machista […]
''En definitiva, la pregunta que nos queda tras este viaje es si nos encontramos ante ejemplos de
mala ciencia o de ciencia al uso. Si mejorar la ciencia consistirá en eliminar los sesgos de
[15] género, si eso es posible, o si nos tendremos que replantear otras formas de hacer ciencia''. Con
esta contundencia concluye un libro fundamental para entender el problema de la desigualdad
en este campo, escrito por Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder, Las „mentiras‟ científicas
sobre las mujeres, recién publicado por Catarata. Una contundencia nada exagerada tras el
detallado repaso que este trabajo da al machismo que discrimina en la ciencia, por la ciencia y
[20] gracias a la ciencia.
Para empezar, Pérez y García muestran en su libro que los científicos siempre han estado ahí
para dar argumentos a quienes querían que las mujeres fueran humanos de segunda. ''Se
admite por lo general que en las mujeres están más fuertemente marcados que en los hombres
los poderes de intuición, percepción rápida y quizás de imitación; pero al menos alguna de estas
[25] facultades son
características de las razas inferiores y, por tanto, de un estado pasado e inferior de civilización'',
escribía en 1871 Charles Darwin, cuyas teorías sirvieron para cimentar la idea de que las
mujeres eran una versión menos evolucionada del hombre, como probaba el hecho de que su
cráneo fuera más pequeño, por ejemplo. Este corpus ideológico venía de lejos: ''Aristóteles fue el
[30] primero en dar una explicación biológica y sistemática de la mujer, en la que esta aparece como
un hombre imperfecto, justificando así el papel subordinado que social y moralmente debían
desempeñar las mujeres en la polis'', escriben los autores. Tuvo que llegar un ejército de
prestigiosas primatólogas y antropólogas, defiende el libro, a tumbar el mito evolutivo de los
evolucionados cazadores machos que alimentaban a las pasivas hembras.
[35] A las mujeres se las puso un escalón por debajo de los hombres y eso se aplicaba también a la
ciencia médica. La salud de las mujeres, el conocimiento de sus cuerpos y sus enfermedades,
estaba relegado a un segundo plano y circunscrito a un único tema concreto: ''Durante mucho
tiempo se supuso que la «salud de las mujeres» hacía referencia a la salud reproductiva, lo que
incluía la atención al parto, la anticoncepción, el aborto, el cáncer de útero, el síndrome
[40] premenstrual y otras enfermedades específicamente femeninas'' […]
Frente a todos estos graves casos de discriminación, en los que ''lejos de la neutralidad y
asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'', Pérez
Sedeño y García Dauder proponen una solución bien sencilla: mejorar el acceso de la mujer a
los distintos campos de la investigación. ''Cuando la ciencia se hace desde el punto de vista de
[45] grupos tradicionalmente excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de
ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas
y se critican los valores hegemónicos (a veces, incluso, se provocan auténticos cambios de
paradigma)''.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1488931887_021083.html (Adaptado)
''Mentes (masculinas) más sesudas'' (líneas 5 y 6) hace referencia a inteligencias
La ciencia que discrimina a las mujeres
A lo largo de la historia, la investigación científica ha marginado, manipulado, ignorado e incluso torturado a las mujeres. El problema persiste
JAVIER SALAS
8 MAR 2017 - 10:47 BRT
Una mujer con camisa de fuerza, diagnosticada con histeria, en una foto publicada en 1889. WELLCOME TRUST
La ciencia ha maltratado a las mujeres. Jocelyn Bell descubrió los púlsares, pero el Nobel de
Física se lo llevó su director de tesis. A la actual presidenta de la Unión Astronómica la
mandaron a trabajar al despacho de su marido. Durante décadas, a las que se salían del carril
de lo socialmente aceptado se las torturó inventando enfermedades como la histeria y remedios
[5] que pasaban por mutilarlas, arrancando órganos de sus entrañas. Las mentes (masculinas) más
sesudas desarrollaron teorías para explicar la inferioridad de las mujeres y, de este modo,
justificar su sometimiento. Los ejemplos del pasado son innumerables.
Pero no es únicamente cosa del pasado. Hoy, 8 de marzo, hay una sola mujer por cada nueve
hombres en la élite de la ciencia europea. […]. Los estereotipos siguen señalando que la
[10] ciencia es cosa de hombres. Continuamos discriminando y humillando a las deportistas por su
físico. Les inculcamos a las niñas que no son tan brillantes como los niños. El ambiente en los
laboratorios sigue siendo machista […]
''En definitiva, la pregunta que nos queda tras este viaje es si nos encontramos ante ejemplos de
mala ciencia o de ciencia al uso. Si mejorar la ciencia consistirá en eliminar los sesgos de
[15] género, si eso es posible, o si nos tendremos que replantear otras formas de hacer ciencia''. Con
esta contundencia concluye un libro fundamental para entender el problema de la desigualdad
en este campo, escrito por Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder, Las „mentiras‟ científicas
sobre las mujeres, recién publicado por Catarata. Una contundencia nada exagerada tras el
detallado repaso que este trabajo da al machismo que discrimina en la ciencia, por la ciencia y
[20] gracias a la ciencia.
Para empezar, Pérez y García muestran en su libro que los científicos siempre han estado ahí
para dar argumentos a quienes querían que las mujeres fueran humanos de segunda. ''Se
admite por lo general que en las mujeres están más fuertemente marcados que en los hombres
los poderes de intuición, percepción rápida y quizás de imitación; pero al menos alguna de estas
[25] facultades son
características de las razas inferiores y, por tanto, de un estado pasado e inferior de civilización'',
escribía en 1871 Charles Darwin, cuyas teorías sirvieron para cimentar la idea de que las
mujeres eran una versión menos evolucionada del hombre, como probaba el hecho de que su
cráneo fuera más pequeño, por ejemplo. Este corpus ideológico venía de lejos: ''Aristóteles fue el
[30] primero en dar una explicación biológica y sistemática de la mujer, en la que esta aparece como
un hombre imperfecto, justificando así el papel subordinado que social y moralmente debían
desempeñar las mujeres en la polis'', escriben los autores. Tuvo que llegar un ejército de
prestigiosas primatólogas y antropólogas, defiende el libro, a tumbar el mito evolutivo de los
evolucionados cazadores machos que alimentaban a las pasivas hembras.
[35] A las mujeres se las puso un escalón por debajo de los hombres y eso se aplicaba también a la
ciencia médica. La salud de las mujeres, el conocimiento de sus cuerpos y sus enfermedades,
estaba relegado a un segundo plano y circunscrito a un único tema concreto: ''Durante mucho
tiempo se supuso que la «salud de las mujeres» hacía referencia a la salud reproductiva, lo que
incluía la atención al parto, la anticoncepción, el aborto, el cáncer de útero, el síndrome
[40] premenstrual y otras enfermedades específicamente femeninas'' […]
Frente a todos estos graves casos de discriminación, en los que ''lejos de la neutralidad y
asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'', Pérez
Sedeño y García Dauder proponen una solución bien sencilla: mejorar el acceso de la mujer a
los distintos campos de la investigación. ''Cuando la ciencia se hace desde el punto de vista de
[45] grupos tradicionalmente excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de
ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas
y se critican los valores hegemónicos (a veces, incluso, se provocan auténticos cambios de
paradigma)''.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1488931887_021083.html (Adaptado)
En relación a ''se las torturó'' (línea 4) es correcto afirmar que
La ciencia que discrimina a las mujeres
A lo largo de la historia, la investigación científica ha marginado, manipulado, ignorado e incluso torturado a las mujeres. El problema persiste
JAVIER SALAS
8 MAR 2017 - 10:47 BRT
Una mujer con camisa de fuerza, diagnosticada con histeria, en una foto publicada en 1889. WELLCOME TRUST
La ciencia ha maltratado a las mujeres. Jocelyn Bell descubrió los púlsares, pero el Nobel de
Física se lo llevó su director de tesis. A la actual presidenta de la Unión Astronómica la
mandaron a trabajar al despacho de su marido. Durante décadas, a las que se salían del carril
de lo socialmente aceptado se las torturó inventando enfermedades como la histeria y remedios
[5] que pasaban por mutilarlas, arrancando órganos de sus entrañas. Las mentes (masculinas) más
sesudas desarrollaron teorías para explicar la inferioridad de las mujeres y, de este modo,
justificar su sometimiento. Los ejemplos del pasado son innumerables.
Pero no es únicamente cosa del pasado. Hoy, 8 de marzo, hay una sola mujer por cada nueve
hombres en la élite de la ciencia europea. […]. Los estereotipos siguen señalando que la
[10] ciencia es cosa de hombres. Continuamos discriminando y humillando a las deportistas por su
físico. Les inculcamos a las niñas que no son tan brillantes como los niños. El ambiente en los
laboratorios sigue siendo machista […]
''En definitiva, la pregunta que nos queda tras este viaje es si nos encontramos ante ejemplos de
mala ciencia o de ciencia al uso. Si mejorar la ciencia consistirá en eliminar los sesgos de
[15] género, si eso es posible, o si nos tendremos que replantear otras formas de hacer ciencia''. Con
esta contundencia concluye un libro fundamental para entender el problema de la desigualdad
en este campo, escrito por Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder, Las „mentiras‟ científicas
sobre las mujeres, recién publicado por Catarata. Una contundencia nada exagerada tras el
detallado repaso que este trabajo da al machismo que discrimina en la ciencia, por la ciencia y
[20] gracias a la ciencia.
Para empezar, Pérez y García muestran en su libro que los científicos siempre han estado ahí
para dar argumentos a quienes querían que las mujeres fueran humanos de segunda. ''Se
admite por lo general que en las mujeres están más fuertemente marcados que en los hombres
los poderes de intuición, percepción rápida y quizás de imitación; pero al menos alguna de estas
[25] facultades son
características de las razas inferiores y, por tanto, de un estado pasado e inferior de civilización'',
escribía en 1871 Charles Darwin, cuyas teorías sirvieron para cimentar la idea de que las
mujeres eran una versión menos evolucionada del hombre, como probaba el hecho de que su
cráneo fuera más pequeño, por ejemplo. Este corpus ideológico venía de lejos: ''Aristóteles fue el
[30] primero en dar una explicación biológica y sistemática de la mujer, en la que esta aparece como
un hombre imperfecto, justificando así el papel subordinado que social y moralmente debían
desempeñar las mujeres en la polis'', escriben los autores. Tuvo que llegar un ejército de
prestigiosas primatólogas y antropólogas, defiende el libro, a tumbar el mito evolutivo de los
evolucionados cazadores machos que alimentaban a las pasivas hembras.
[35] A las mujeres se las puso un escalón por debajo de los hombres y eso se aplicaba también a la
ciencia médica. La salud de las mujeres, el conocimiento de sus cuerpos y sus enfermedades,
estaba relegado a un segundo plano y circunscrito a un único tema concreto: ''Durante mucho
tiempo se supuso que la «salud de las mujeres» hacía referencia a la salud reproductiva, lo que
incluía la atención al parto, la anticoncepción, el aborto, el cáncer de útero, el síndrome
[40] premenstrual y otras enfermedades específicamente femeninas'' […]
Frente a todos estos graves casos de discriminación, en los que ''lejos de la neutralidad y
asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'', Pérez
Sedeño y García Dauder proponen una solución bien sencilla: mejorar el acceso de la mujer a
los distintos campos de la investigación. ''Cuando la ciencia se hace desde el punto de vista de
[45] grupos tradicionalmente excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de
ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas
y se critican los valores hegemónicos (a veces, incluso, se provocan auténticos cambios de
paradigma)''.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1488931887_021083.html (Adaptado)
En ''lejos de la neutralidad y asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'' se alerta para
La ciencia que discrimina a las mujeres
A lo largo de la historia, la investigación científica ha marginado, manipulado, ignorado e incluso torturado a las mujeres. El problema persiste
JAVIER SALAS
8 MAR 2017 - 10:47 BRT
Una mujer con camisa de fuerza, diagnosticada con histeria, en una foto publicada en 1889. WELLCOME TRUST
La ciencia ha maltratado a las mujeres. Jocelyn Bell descubrió los púlsares, pero el Nobel de
Física se lo llevó su director de tesis. A la actual presidenta de la Unión Astronómica la
mandaron a trabajar al despacho de su marido. Durante décadas, a las que se salían del carril
de lo socialmente aceptado se las torturó inventando enfermedades como la histeria y remedios
[5] que pasaban por mutilarlas, arrancando órganos de sus entrañas. Las mentes (masculinas) más
sesudas desarrollaron teorías para explicar la inferioridad de las mujeres y, de este modo,
justificar su sometimiento. Los ejemplos del pasado son innumerables.
Pero no es únicamente cosa del pasado. Hoy, 8 de marzo, hay una sola mujer por cada nueve
hombres en la élite de la ciencia europea. […]. Los estereotipos siguen señalando que la
[10] ciencia es cosa de hombres. Continuamos discriminando y humillando a las deportistas por su
físico. Les inculcamos a las niñas que no son tan brillantes como los niños. El ambiente en los
laboratorios sigue siendo machista […]
''En definitiva, la pregunta que nos queda tras este viaje es si nos encontramos ante ejemplos de
mala ciencia o de ciencia al uso. Si mejorar la ciencia consistirá en eliminar los sesgos de
[15] género, si eso es posible, o si nos tendremos que replantear otras formas de hacer ciencia''. Con
esta contundencia concluye un libro fundamental para entender el problema de la desigualdad
en este campo, escrito por Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder, Las „mentiras‟ científicas
sobre las mujeres, recién publicado por Catarata. Una contundencia nada exagerada tras el
detallado repaso que este trabajo da al machismo que discrimina en la ciencia, por la ciencia y
[20] gracias a la ciencia.
Para empezar, Pérez y García muestran en su libro que los científicos siempre han estado ahí
para dar argumentos a quienes querían que las mujeres fueran humanos de segunda. ''Se
admite por lo general que en las mujeres están más fuertemente marcados que en los hombres
los poderes de intuición, percepción rápida y quizás de imitación; pero al menos alguna de estas
[25] facultades son
características de las razas inferiores y, por tanto, de un estado pasado e inferior de civilización'',
escribía en 1871 Charles Darwin, cuyas teorías sirvieron para cimentar la idea de que las
mujeres eran una versión menos evolucionada del hombre, como probaba el hecho de que su
cráneo fuera más pequeño, por ejemplo. Este corpus ideológico venía de lejos: ''Aristóteles fue el
[30] primero en dar una explicación biológica y sistemática de la mujer, en la que esta aparece como
un hombre imperfecto, justificando así el papel subordinado que social y moralmente debían
desempeñar las mujeres en la polis'', escriben los autores. Tuvo que llegar un ejército de
prestigiosas primatólogas y antropólogas, defiende el libro, a tumbar el mito evolutivo de los
evolucionados cazadores machos que alimentaban a las pasivas hembras.
[35] A las mujeres se las puso un escalón por debajo de los hombres y eso se aplicaba también a la
ciencia médica. La salud de las mujeres, el conocimiento de sus cuerpos y sus enfermedades,
estaba relegado a un segundo plano y circunscrito a un único tema concreto: ''Durante mucho
tiempo se supuso que la «salud de las mujeres» hacía referencia a la salud reproductiva, lo que
incluía la atención al parto, la anticoncepción, el aborto, el cáncer de útero, el síndrome
[40] premenstrual y otras enfermedades específicamente femeninas'' […]
Frente a todos estos graves casos de discriminación, en los que ''lejos de la neutralidad y
asepsia pretendida por el canon científico, los valores se cuelan irremediablemente'', Pérez
Sedeño y García Dauder proponen una solución bien sencilla: mejorar el acceso de la mujer a
los distintos campos de la investigación. ''Cuando la ciencia se hace desde el punto de vista de
[45] grupos tradicionalmente excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de
ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas
y se critican los valores hegemónicos (a veces, incluso, se provocan auténticos cambios de
paradigma)''.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1488931887_021083.html (Adaptado)
En relación a si las aseveraciones siguientes se corresponden a lo dicho en el texto 1:
I. Mandar a alguien a trabajar en el despacho de su marido evoca una situación mágica.
II. Salirse del carril evoca el no seguir los caminos habituales determinados por la sociedad.
III. Según Darwin, la mujer es una versión menos evolucionada del hombre.
IV. Según expresa Aristóteles, la mujer debe ostentar un lugar subordinado en la polis.
V. Un ejército de primatólogas y antropólogas tumbó el mito evolutivo machista.
Son CORRECTAS todas las contenidas en la alternativa